AGENDA SINDICAL
Carlos Carral Hernández
Ante los embates del neoliberalismo y la globalización sobre los derechos de los trabajadores, la insuficiente conformación de bloques económicos regionales e incluso el simple cambio de siglo, a lo que hay que sumar las políticas de cada gobierno en particular sobre todo en América Latina, existe un movimiento que habla de la necesidad de un sindicalismo del Siglo XXI, pero quienes lo promueven ¿realmente tienen claro qué significa ese concepto?
En México tenemos dirigentes sindicales que sobrepasan los 20 años en el máximo cargo de sus organizaciones y otros que pasan las 4 décadas, es decir, son dirigentes del sindicalismo del Siglo XX, ese sindicalismo que en mucho se formó y creció al amparo de los gobiernos que dependían del apoyo de la base social y que al amparo del diseño del Estado de Bienestar, daban derechos y prebendas a los sindicatos del siglo pasado, que a cambio le juraban lealtad al titular del ejecutivo federal, con esta forma de operación el Partido Revolucionario Institucional gobernó por más de 8 décadas.
No estamos descubriendo el hilo negro, del Estado de Bienestar o Estado Social habló Max Horkheimer en su obra y manifiesto de la Escuela de Frankfurt ’Estado Autoritario’, caracterizando esta forma de organización económica, política y económica, pero sobre todo en la que previó las posibles consecuencias a nivel social de éste.
Como lo dijera en el foro sobre cabotaje aéreo en el que tuve la oportunidad de participar hace un par de semanas, realmente los sindicatos nunca han sido fuertes, muchos de los derechos que están al día de hoy contenidos en sus Contratos Colectivos de Trabajo, son producto de esa extraña relación entre los gobiernos del Estado de Bienestar y las dirigencias sindicales, fundamentalmente encabezadas por la Confederación de Trabajadores de México y la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado, únicas centrales de trabajadores hasta finales de los 80´s del siglo pasado.
La forma de acción del sindicalismo del Siglo XX, salía a marchar para mostrar el músculo, en sus demandas planteaba objetivos a veces irreales, convencido que la respuesta gubernamental otorgaría una parte de esas demandas, logrando la intermediación entre los trabajadores y los patrones de manera un tanto tersa, otorgando por un lado ’logros sindicales’ a los dirigentes de antaño y beneficios al sector empresarial para que fueran parte importante de este juego, que tenía como uno de sus objetivos fundamentales, que el partido en el poder tuviera el apoyo electoral en cada elección de todas las organizaciones de trabajadores.
El problema es que este modelo quedó atrás, uno de los interlocutores necesarios para que este modelo funcionara prácticamente desapareció; con el neoliberalismo y la globalización el capital nacional de prácticamente todos los países paulatinamente empezó a perder fuerza, ganando cada vez más terreno las empresas trasnacionales que de ninguna manera les interesaba e interesa estar en el juego del Estado Social y ser parte de esa necesidad de mantener a la base social completamente controlada y medianamente contenta, por el contrario el objetivo es otro: ver a la mano de obra como un insumo más al que hay que abaratar en lo mayor posible y reducir la participación del Estado en la regulación de la relaciones laborales, empezando inevitablemente con la liquidación de la seguridad social, los sistemas de pensiones, las instituciones de acceso a la vivienda, todo ello en el marco de la flexibilización de las relaciones laborales.
Con un sector patronal difícil de ubicar para interactuar a través de la negociación, la clase política pereció, dando paso a la clase tecnócrata que muy entusiasmada ha optado por la total integración de los mercados de cada país al mercado global, contexto que nos hace preguntarnos: ¿los sindicalistas del siglo XX que han transitado al XXI entienden éste cambio? y por tanto ¿están preparados para encarnar el Sindicalismo del Siglo XXI del que tanto hablan?
La verdad es que creo que no, las medidas que han adoptado ante la realidad de no poder convocar a la base que representan ni a una marcha, esto derivado del desgaste y rechazo en su imagen, los ha llevado a ceder a las exigencia patronales y la búsqueda insistentemente por congratularse con las estructuras gubernamentales, tratando por un lado que la pérdida de derechos contenidos en sus Contratos Colectivos de Trabajo sea lo menos dolorosa posible y que de paso quienes vienen dirigiendo muchos de los sindicatos desde finales del Siglo XX y principios del XXI, se mantengan con la venía gubernamental al frente de ellos por todo el tiempo que sea posible.
Con la hiperacionalidad en la que estamos inmersos, el Sindicalismo del Siglo XXI debe entender que de muy poco sirve hoy en día hacer marchas y mítines, que deben actuar también con profesionalismo en distintas vertientes como lo hace la empresa global: cabildeando en los órganos legislativos, participando abiertamente en los medios de comunicación, formando políticamente a la base que representan, siendo impecables negociadores, manteniendo una relación permanente con el gobierno pero sin someterse, pero sobre todo teniendo claro que su principal arma contra las decisiones gubernamentales es el derecho y la defensa de este ante la autoridad jurisdiccional, algo para lo que no están preparados los líderes sindicales del Siglo XX, que están empeñados en encarnar el Sindicalismo del Siglo XXI.
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