Orientada Mexiquense (Sociedad)

Reflexiones sobre la amistad, antes y ahora

Antonio Huerta Paniagua.

Reflexiones sobre la amistad, antes y ahora


Febrero 10, 2021 11:59 hrs.
Cultura ›
Antonio Huerta Paniagua. › Divergencias Informativa

Estamos en los días alrededor del día del amor y la amistad; y a propósito de éste, va la siguiente reflexión.

Me asomé hoy automáticamente al WhatsApp y vi que la campanita tenía junto un círculo rojo con unos numeritos. La activé y aparecieron las notificaciones. Unas eran comentarios, otras eran anuncios de ’Personas que quizá conozcas’ y otras eran ’Solicitudes de amistad’.

Y esta vez, todos los nombres que ahí aparecían eran desconocidos. Con respecto a esas solicitudes, qué desvalorizada ha resultado ser ahora la amistad. ¿Será porque también casi todas las cosas materiales han perdido valor, valor de valía? Y bien claro tengo que, aunque las cosas materiales se han abaratado o desvalorizado, a la vez se han encarecido.

Impensable es aun para el de la pluma hacer amigos solamente presionando un botoncito o una pantallita. ¿Quién está del otro lado de esa pantalla? –virtualmente hablando– ¿Quién sabe? Muchas veces un auténtico desconocido.

De alguna manera, sobre la amistad, comparto las ideas de los clásicos, como Aristóteles (384 a 322 a. de C.), quien decía que: ’La amistad perfecta es la que existe entre hombres buenos, iguales en virtud’. Luego, poco más de doscientos años después, Marco Tulio Cicerón (106 a 43 a. de C.), afirmaba: ’La amistad sólo puede existir cuando los hombres coinciden en sus opiniones sobre las cosas humanas y divinas’. Y en el siglo XVIII, Oliverio Goldsmith (1728 a 1774), con la mentalidad de esa época, sostuvo que’ ’La amistad es un comercio desinteresado entre iguales’.

Sin entrar en detalles muy analíticos, las tres frases dejan ver que la amistad se da solamente entre personas que comparten puntos de coincidencia, que profesas los mismos valores y virtudes; y en los que no hay interese más allá, precisamente, de la amistad.

Apreciable y con valía es así la amistad. Ya en el Eclesiástico o Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac, uno de los libros del Antiguo Testamento contenido en la Biblia Católica, en su capítulo VI, versículo 14, se afirma ’El amigo fiel es una defensa poderosa; quien lo halla, ha hallado un tesoro’.

Las nuevas generaciones, irreflexivamente y con frecuencia, aceptan ’amistades’ a la ligera y de la forma al principio aquí descrita. Incluso, jactanciosamente presumen el número de sus seguidores y de sus supuestos amigos. Y no es la intención de estas letras disuadir el uso de nuevas tecnologías y sistemas en las comunicaciones, más si su uso moderado, ya que para muchos jóvenes estos inventos han dejado de ser útiles herramientas para convertirse en partes integrantes de su ser, de su sociabilización.

Y es que luego las consecuencias pueden ser muy lamentables, ya que la juventud no atiende lo que Publio Ovidio Nasón (43 a. de C. a 17 d. de C.) sentenció al referirse a la idea de amistad que la gente baja, ruin e incluso viciosa (el vicio de la lujuria), tiene de ésta. Y así lo expresó Ovidio: ’El vulgo estima a los amigos por las ventajas que pueden obtener de ellos’. Por eso hay numerosas infantas seducidas por ’amigos’ de las redes, e incautos chantajeados o sobornados, en fin. No a este catálogo.

La elección de amigos es lenta, pues, ya lo decía Benjamín Franklin (1706 a 1790): ’Al elegir un amigo ve despacio, y más despacio todavía al cambiar de amigos’. Y su contemporáneo, George Washington (1732 a 1799), reforzaba la idea afirmando: ’La verdadera amistad es una planta de lento desarrollo y debe experimentar y resistir los embates de la adversidad antes de tener el derecho a esa denominación’.

Así que, los amigos no se hacen apretando botones ni presionando pantallas.

Finalmente, con esta frase de Francois Marie Arouet, llamado Voltaire (1694 a 1778), me quedo: ’Amistad, don del cielo, deleite de las grandes almas; amistas, cosa que los reyes, que tanto se distinguen por su ingratitud, no tienen la dicha de conocer’.

Frase de Voltaire aplicable actualmente a muchos políticos encumbrados tocados por la soberbia.

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