LAS FÁBRICAS DE VIDRIO SOPLADO EN TEXCOCO "EL CRISOL"


LAS FÁBRICAS DE VIDRIO EN PUEBLA



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Septiembre 07, 2024 15:19 hrs.
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Roberto Antonio Huerta Paniagua / › Divergencias Informativa

Seminario de Cultura Mexicana
Corresponsalía Texcoco, Estado de México

LAS FÁBRICAS DE VIDRIO EN PUEBLA

La historia registra que los primeros fabricantes de vidrio que llegaron a Nueva España fueron iberos que se avecindaron en la ciudad de Puebla. En 1542, el español Antonio de Espinosa estableció un obraje (taller para la fabricación de piezas de vidrio) en la calle del Venado de esta misma ciudad de Puebla.

Hay testimonios que indican que al año siguiente el Cabildo de Puebla le prohibió al señor de Espinosa que cortara leña ’a menos de dos leguas a la redonda de la ciudad porque gastaba mucho en su oficio’.

El taller de don Antonio de Espinosa era entonces el único en Nueva España y satisfacía las demandas de contenedores de líquidos de esa época. Fabricaba botellones, redomas (vasijas de boca angosta y fondo ancho), vinateras y vasos de vidrio de varios colores: blanco, verde y azul. Y era tal su producción que la llegó a exportar hasta Guatemala y Perú.

A principios del siglo XVIII, el maestro soplador, Antonio Pardo, instaló una nueva fábrica de vidrio en Puebla, frente al Convento de Santa Teresa. Luego, sus descendientes, continuaron con el oficio y más tarde uno de sus hijos abrió su propio taller a un costado del Templo de Santo Domingo.

A don Esteban de Antuñano, quien introdujera la industria textil en Puebla, se le debe también el resurgimiento de la industria del vidrio, ya que en 1838 conformó la ’Compañía Empresarial para la Fabricación de Vidrio Plano y Cristal’, al estilo de Europa y con técnicos traídos de Francia. Esta fábrica trabajó hasta 1885. Poco tiempo después, la familia Quinard, de origen francés, reanudó con los trabajos en el ’Solar de Castro’ en una factoría fundada originalmente por el señor de Antuñano. Y en aquel mismo año de 1885, se creó también el taller ’Fuente de Belén’.

En 1896, se estableció el obraje ’Lomba’; y un año más tarde, don Joaquín Rascón, fundó la vidriera ’El Corazón de Jesús’, en donde se inició quien posteriormente sería el Maestro Soplador, Camilo Ávalos Razo, quien llegaría a ser un orgullo de Puebla y considerado entonces el más importante vidriero de todo México.

Una vez que Ávalos Razo dominó las técnicas de su oficio fundó nuevos talleres en la misma ciudad de Puebla, en Santa Ana Chiautempan y Apizaco (estas dos últimas comunidades del estado de Tlaxcala), en San Juan de los Llanos (ahora Libres, Puebla), en Texcoco, Estado de México, y en la propia Ciudad de México.

En 1908, se fundó en esta misma ciudad de Puebla la fábrica ’Vidriera Mexicana’, que fabricaba vidrio plano, que hasta ese entonces era muy costoso. Sin embargo, al desarrollarse en Monterrey, Nuevo León, una nueva zona industrial, se fundó la ’Vidriera Monterrey’, que fabricaba vidrios más baratos, por lo que muchas empresas en Puebla quebraron y cerraron sus puertas. En ese escenario, don Joaquín Rascón adquirió los equipos y herramientas de las vidrieras poblanas para su taller El Corazón de Jesús.

LAS FÁBRICAS DE VIDRIO EN TEXCOCO

Por sobre los años señalados en los siglos XVIII, XIX y principios del XX, relativos a las aperturas de las fábricas en Puebla y desde allí su difusión a otras partes de la República Mexicana, se tienen noticias de que, a mediados del siglo XVIII, puntualmente en el año de 1749, un alemán de nombre Guillermo Hay, había fundado en la ciudad de Texcoco una fábrica de vidrio y que desde entonces le puso por nombre ’El Crisol’ (la cual, aunque ya no produce vidrio, todavía en nuestros días mantiene sus puertas abiertas y se encuentra en el sitio original). En esos tiempos las líneas de producción de esta fábrica eran las botellas, botellones, licoreras y otras piezas destinadas a cubrir las demandas de las destilerías; así como el vidrio plano de cañón.

Este año de fundación de El Crisol, indubitablemente demuestra que la primera fábrica de vidrio establecida en la ciudad de Texcoco, fue muy anterior al establecimiento de las fábricas en Puebla de la década de 1890 a 1899 y aún más atrás de las establecidas después ente 1900 a 1910.

A principios del siglo XIX llegaron a Texcoco, procedentes de Francia, el señor Louis Meyer y su esposa la señora Eugenia Theibert. El señor Meyer era originario de Alsacia y Lorena, una zona limítrofe entre Alemania y Francia. Él, junto con otros migrantes procedentes de esos dos países, fueron llegando en diferentes tiempos y establecieron aquí en Texcoco varias fábricas de vidrio.

En ese escenario, a mediados del siglo XIX, arribó a Texcoco un ciudadano de origen francés de apellido Ber, que estableció otra fábrica de vidrio a la cual llamó ’La Cántabra’. El señor Ber, se empeñó en introducir hornos de carbón para sustituir los calentadores a base de leña; para lo cual hizo traer de los Estados Unidos a un ingeniero suizo de apellido Müller, y con su colaboración logró su propósito. La producción de La Cántabra era similar a la de El Crisol, pero La Cántabra no perduró mucho en el tiempo y a principios del siglo XX cerró sus puertas.

También hubo otras fábricas de vidrio, como la de los hermanos Ávalos, originarios de Puebla. En esos tiempos la principal producción de estos establecimientos era de botella para vino y cerveza.

Tras cierto éxito en Texcoco, varios obreros especializados decidieron irse a Monterrey, Nuevo León, y junto a los hermanos Ávalos, participarían en la Fábrica de Vidrios y Cristales, S.A., que a la larga fracasaría y daría origen a la Vidriera Monterrey, S.A., que con el tiempo llegaría a ser parte de la empresa más grande del país en este giro, y una de las más importantes del mundo: Vitro, S.A. de C.V.

En la siguiente imagen, la fotografía de la izquierda muestra una panorámica de la fábrica de vidrio de los hermanos Ávalos a principios del siglo XX. De esa fábrica sólo quedó el tiro de una chimenea (el chacuaco), en cuyo fuste está marcado el año de 1907. En 1947, el señor Armando Cervantes Bonnel, fundó en ese mismo predio la Ladrillera Texcoco, S.A., la cual hasta finales de la década de los sesenta funcionó. Actualmente en el área que ocupaba la fábrica de vidrio y luego esa ladrillera, se construyó una plaza comercial, la ’Plaza de la Cultura’, en la que fueron ubicaron vendedores ambulantes de ’fayuca’ para hacerlos fijos. En esta plaza, en semicírculo al chacuaco se construyó un teatro al aire libre.

Regresando en el tiempo, desde aquellos años, El Crisol, trabajaba de acuerdo a su capacidad y satisfacía las iniciales demandas regionales de productos de vidrio. Pero pronto se incrementó la demanda de éstos en la Ciudad de México, así que la producción de El Crisol tuvo también que incrementarse. Los productos de la fábrica originalmente eran embarcados en el puerto de Texcoco en unas barcazas y luego eran desembarcados en el embarcadero de ’Los Patos’, en el barrio de la Candelaria, ya en la Ciudad de México, para luego ser distribuidos a las destilerías, pulquerías, tiendas y demás demandantes.

En aquel mismo siglo decimonónico, el belga Victor Frantz hacía un viaje de recreo por América. En 1849, Frantz, desembarcó en el puerto de Veracruz y tomó una diligencia con rumbo a la Ciudad de México. Pero más allá de la ciudad de Puebla, a la altura del poblado de Río Frío, en el paraje ’El Llano’, la diligencia fue asaltada, precisamente, por los famosos Bandidos de Río Frío.

Despojado de sus bienes y sin dinero, se entera al poco tiempo de que en el famoso puerto montañés un italiano de apellido Calpini tenía establecida una fábrica de vidrio plano y de cristales ópticos; y como esas eran las especialidades del señor Frantz, entró de inmediato a laborar en esa fábrica (Álvarez, 1969).

En la década de los sesenta del Siglo XIX, el señor Victor Frantz dejó de laborar en la fábrica del italiano e ingresó a trabajar a La Cántabra. Y viendo Frantz que allí se necesitaban manos expertas que pudieran y supieran trabajar el vidrio, persuadió al señor Ber de que trajera a México a su yerno, Christian Derflingher. Y este último de inmediato se embarcó rumbo a México acompañado de su hermano Antonio Derflingher. Ambos radicaban en Alemania y eran expertos sopladores y aplanadores de vidrio; y cuando llegaron a México, de inmediato ingresaron a laborar en esta fábrica.

Para entonces, las principales líneas de producción de vidrio en las fábricas de vidrio de Texcoco seguían siendo el vidrio plano de cañón y piezas de vidrio al natural para la contención de bebidas alcohólicas y agua: botellas, botellones forrados de mimbre, garrafones, garrafas, porrones y vitroleros para uso doméstico. Y estos mismos contenedores se fabricaban también azogados.

LAS CONDICIONES DE TRABAJO

En aquel siglo XIX, se ingresaba a los talleres en donde se fabricaba vidrio a una edad muy temprana, a los ocho años. A los niños que ingresaban como aprendices para realizar las faenas más simples del taller, se les llamaba ’gamins’ o ’vagabundos’; luego, a los 14 años de edad, eran iniciados como obreros sopladores.

Por las características propias del oficio en esos tiempos: la manipulación de las cañas para soplar y la luz brillante del cristal fundido, se provocaban cataratas y ceguera prematura. Por otra parte, el calor por la cercanía con los hornos y las variaciones térmicas al alejarse de éstos, causaban bronquitis crónica; además, eran relativamente frecuentes las quemaduras y otros accidentes; por lo anterior, la edad de los vidrieros en esos años no rebasaba los 45 o 50 años. Así eran las condiciones de trabajo; y éstas, prevalecieron todavía durante una buena parte de la primera mitad del siglo XX.

LAS FÁBRICAS DE VIDRIO DURANTE EL PORFIRIATO Y LA REVOLUCIÓN

A finales del siglo XIX se abrió una fábrica de vidrio en la comunidad de Santo Tomás Apipilhuasco, dependiente de El Crisol; y, en 1901, los hermanos Derflingher, habiendo decidido dejar de laborar con el señor Ber, se independizan y establecen una fábrica de vidrio plano en la misma población. Esta comunidad se localiza al norte de la Sierra Nevada, en el actual municipio de Tepetlaoxtoc. Allí, los hermanos Derflingher prosperan y a los pocos años tuvieron los recursos financieros suficientes para adquirir la fábrica de vidrio El Crisol.

Cabe apuntar aquí que además de los talleres establecidos en la comunidad de Santo Tomás Apipilhuasco, se había establecido otro en el pueblo de San Jerónimo Amanalco, ubicado en la ladera occidental de la misma Sierra Nevada; y cerca de la comunidad de la Guadalupe Amanalco, existió una vidriera (y hacienda) conocida como Tierra Blanca de la cual aún existen sus ruinas.

En la factoría El Crisol, se creó una jarra especial para el pulque, la jarra pulquera, que pronto ganó fama y difusión tanto en Texcoco como en la Ciudad de México y otras poblaciones aledañas en donde se tomaba o se producía esta bebida. Además, en El Crisol, se fabricaban numerosos tipos de vasos y tarros de diferentes medidas para consumir el pulque en las numerosas pulquerías de la región. El pulque fue una bebida muy socorrida durante el Porfiriato y a principios de la Revolución Mexicana, pero principalmente en la etapa en la que ocupó el poder el general Victoriano Huerta.

Al estallar la Revolución Mexicana en 1910, en su Etapa Maderista, la situación para las fábricas, talleres y negocios, fue tolerable. Pero al estallido de la etapa Constitucionalista, se empezó a tornar muy difícil la situación. Testimonios al respecto del señor Enrique Alatriste Comellas, actual administrador de la fábrica de vidrio El Crisol, sostienen que:

’En los caminos eran frecuentes las partidas de revolucionarios y de militares, así como los asaltos, por lo que el comercio se colapsaba; ya para 1915 los combustibles escaseaban y la producción y ventas de los productos ofrecidos por las fábricas de vidrio decayeron y ambas factorías cerraron por un tiempo sus puertas, El Crisol y la fábrica de vidrio plano en Apipilhuasco. En ese entorno, los hermanos Derflingher abandonaron Texcoco por un tiempo y se fueron a radicar a la Ciudad de México’.

Cuenta también el señor Enrique Alatriste que cuando su padre adquirió la fábrica de vidrio (El Crisol), le platicaban que:

’Con respecto a las fábricas localizadas en Santo Tomás Apipilhuasco y San Jerónimo Amanalco, durante la Revolución fueron atacadas, saqueadas y destruidas por las tropas zapatistas, matando a todos los trabajadores que ahí quedaban y a gran parte de los habitantes de las comunidades donde esos talleres estaban. Y aunque los zapatistas también entraron varias veces a Texcoco para hacer destrozos, no era por mucho tiempo, y las construcciones de las fábricas de vidrio que aquí había, como eran de mucho mayor resistencia que las de los pueblitos, resistieron los ataques; además, la gente (se refería a los trabajadores) se escondía dentro de las fábricas o en los establos y de alguna manera sobrevivieron. Pero que eso sí, como en esos años había unas hileras de árboles al lado de esta fábrica (en lo que ahora son la calle Francisco Xavier Mina y la Avenida Juárez Norte), amanecían muchos colgados que los zapatistas habían matado’.

LOS MÁRTIRES DEL PLAN DE TEXCOCO

Es oportuno abrir aquí un paréntesis que de alguna manera tiene relación con la fábrica de vidrio El Crisol. En 1911, el licenciado Andrés Molina Enríquez, inconforme con el gobierno provisional de Francisco León de la Barra porque no mostraba interesarse por el problema agrario, intentó lanzarse a la lucha armada proclamando el Plan de Texcoco, considerado antecedente del Plan de Ayala.

El plan era revolucionario, pero romántico. Desconocía a los gobiernos federal y estatales, suspendía el orden constitucional, otorgaba provisionalmente a él mismo los poderes legislativo y ejecutivo, y ponía en vigor decretos que revelaban su pensamiento: el fraccionamiento de grandes propiedades, la libertad de importación y exportación de cereales, la protección y gradual disolución de rancherías, pueblos y tribus, la supresión de jefes políticos y la regulación del trabajo a base de salario o jornal. Sin embargo, pese a sus colaboradores y la supuesta adhesión de Emiliano Zapata al plan, éste fracaso.

Contaba el maestro Alejandro Contla que:

’El plan estaba pensado para estallar el día 23 de agosto de 1911 al medio día, pero alertado León de la Barra, el 22 por la tarde-noche envió por ferrocarril al ejército a Texcoco; y esa noche la tropa cubrió toda la ciudad. Al día siguiente muy de mañana, entre las cinco y las seis, un rondín de soldados que pasaba frente a El Crisol, vio a tres personas que tocaban el portón y esperaban se les abriera. Eran trabajadores de la fábrica que iniciarían su jornada laboral, pero los soldados los confundieron con ’levantados’ del famoso plan y ahí mismo los acribillaron a balazos, convirtiéndose así en tres mártires anónimos del Plan de Texcoco.

Durante toda la mañana la tropa estuvo buscando al licenciado Molina Enríquez por todo Texcoco y finalmente, al medio día, lo apresaron en la casa de la familia Solorio. Ese mismo día fue llevado a la Ciudad de México e ingresado al día siguiente al penal de Lecumberri, en donde estuvo hasta el mes de agosto de 1912’.

CONTINÚA LA REVOLUCIÓN Y FINALMENTE CONCLUYE

En 1915, el señor Francisco Asís Mayer Ríos (descendiente de los Meyer que a principios del siglo XIX habían llegado a Texcoco), contrajo nupcias con la señora Concepción Arce Ramírez, una mujer muy bella. El señor Mayer era en esos años el Jefe Político de Texcoco; y en una de las ocasiones en las que Emiliano Zapata entró a la ciudad, conoció a doña Concepción e intentó raptarla, por lo que su esposo se reunió con Zapata en la casa llamada ’La Americana’ (ubicada en la hoy calle 16 de Septiembre, de esta ciudad de Texcoco), y pactaron un respeto mutuo; además, el señor Mayer abandona la política y se adhiere a las fuerzas zapatistas con el grado de coronel. Con motivo de ese pacto se elaboró un convenio y el día de su firma se hizo una fiesta en el pueblo de Santo Tomás Apipilhuasco, amenizada ésta por María Conesa, ’La Gatita Blanca’. Años después, la señora Victorina Mayer Arce, hija del ahora coronel Francisco Mayer, afirmaría que, gracias a ese pacto, Zapata les ordenó a sus tropas que Texcoco ya no fuera más saqueado ni quemado.

Paralelamente, la ubicación geográfica de Texcoco y las vías de comunicación existentes durante la Revolución Mexicana: un camino de terracería, la vía del ferrocarril y el transporte lacustre por el Lago de Texcoco, obligaban a las huestes zapatistas a entrar a la ciudad de manera sorpresiva, saquear, violar e incendiar y luego salir lo más pronto posible, ya que las tropas federales podían llegar con relativa rapidez a Texcoco desde la Ciudad de México. Pero con las poblaciones de la Montaña y las haciendas localizadas hacia el oriente de Texcoco, en la ladera de la Sierra Nevada, las cosas eran diferentes y frecuentemente eran atacadas por partidas zapatistas. Finalmente, terminaron los enfrentamientos armados.

Años después de terminada la Revolución Mexicana, un descendiente de los Derflingher, también de nombre Antonio y que había nacido en 1891 en Texcoco en alguna de las habitaciones de La Cántabra, creció prácticamente en la Ciudad de México y allí trabajó en unos talleres ubicados en las calles de Lago de Chapala y Felipe Carrillo Puerto; luego probó fortuna en Honduras y en El Salvador y retornó a México para explorar el mundo empresarial en las vidrierías de León, Guanajuato y de Puebla, Puebla. Finalmente regresó a Texcoco y en 1949 abrió la fábrica ’Vidrios de Texcoco’ en el antiguo Mesón de la Herradura, en el centro de la ciudad, en la hoy calle Nezahualcóyotl.

La fábrica Vidrios Texcoco, sería posteriormente administrada y dirigida por el señor Rafael Rodríguez Romero, quien fuera ahijado del don Antonio Derflingher. Finalmente, a principios de la década del 2010 esta fábrica cerró definitivamente sus puertas.

EL SEÑOR ROBERTO ALATRISTE MALDONADO

Volviendo a Puebla, de forma paralela y con anterioridad, un niño de apenas siete años de edad y de nombre Víctor Martínez Filoteo, trabajaba en la fábrica de vidrio El Corazón de Jesús, bajo las órdenes del Maestro Camilo Ávalos Razo. Pasa el tiempo y ese niño crece y madura, y con sus ahorros y una gran experiencia adquirida, abrió en 1935 su propio negocio, la fábrica de vidrio ’La Luz’. Esta fábrica la compraría más tarde el señor Roberto Alatriste Maldonado (’Mal domado’, como él mismo se decía), y quien precisamente ya tenía experiencia en el trabajo del vidrio soplado adquirida en la misma ciudad Puebla, su ciudad natal.

Poco tiempo después, en la década de los cuarenta, don Roberto Alatriste vende la fábrica La Luz y se viene a radicar a Texcoco. Aquí, monta un taller en la hoy calle Aldama esquina con la vía del Ferrocarril. De cuatro a cinco años trabaja esa pequeña fábrica; pero las fábricas y talleres ya establecidos en Texcoco empiezan a sentir que les hacía competencia. El Crisol en esos años tenía ya establecido un sindicato y éste empezó a presionar laboralmente incitando a la rebeldía a los trabajadores de don Roberto y éste se ve obligado a cerrar su taller.

Pero el señor Roberto Alatriste no se rinde y se dedica a la compra venta de garrafones. Los adquiría limpios y los mandaba a forrar de mimbre y así los vendía. Su negocio prosperaba y la demanda crecía, por lo que pasados unos cinco años más se acerca con los fabricantes, los dueños de El Crisol, para que le vendieran más garrafones, pero se da cuenta de que la producción de la fábrica era mínima, prácticamente estaba parada. Entonces, empieza a negociar con los dueños y termina comprándoles la factoría en el año de 1957. Ironías de la vida: la fábrica que provocó que el señor Roberto Alatriste cerrara su primer taller en Texcoco, terminó siendo de su propiedad. En fin.

Pero bueno, con ese ánimo y visión empresarial, el señor Roberto Alatriste saca a flote la fábrica de vidrio El Crisol y la hace crecer. Esta fábrica de vidrio alcanza entonces buena fama nacionalmente hablando; y uno de sus principales productos fue el famoso barril o vitrolero de vidrio, ideal como contenedor de las populares aguas frescas de limón, horchata, tamarindo, Jamaica y otras.

El Crisol, ahora con el nombre de ’El Crisol Vidriera Comercial, S.A.’, también llegó a surtir a empresas embotelladores de agua potable, como Electropura, S. de R.L. de C.V., proporcionándole los populares y muy familiares garrafones de vidrio. Esta compañía y El Crisol mantuvieron estrecha relación comerciales durante 20 años, hasta que la penetración y bajos costos del plástico lograron desplazar al vidrio, lo cual fue un duro golpe en general a la industria del vidrio en México.

Por otra parte, en donde está localizado El Crisol, originalmente eran las afueras de la ciudad de Texcoco, y luego fueron las orillas de la misma ciudad. Pero actualmente, por el crecimiento poblacional y de la mancha urbana, la fábrica ha quedado envuelta por ésta y ya se encuentra inmersa dentro de la ciudad. En ese escenario, las exigencias ecológicas se fueron haciendo cada vez más estrictas; y como la producción de vidrio soplado era artesanal, los riesgos laborales y las emisiones de humo empezaron a causar quejas de los vecinos: Se hablaba de una contaminación atmosférica y de otros daños ambientales, por lo que la fábrica con el tiempo se vio obligada a disminuir drásticamente su producción e incluso a suspender actividades.

El señor Roberto Alatriste, desde que llegó a Texcoco, se integró completamente a la vida social y política de esta ciudad, y participó en innumerables eventos sociales, deportivos y políticos.

Don Roberto Alatriste era un apasionado del automovilismo, participó en una de las primeras carreras panamericanas en la etapa que correspondía al trayecto por México. En 1961 corrió pilotando un automóvil ’Roquet’ con el número 13 en el Gran Premio Azteca en Ciudad Sahagún, Hidalgo; así como en otras carreras y ralis locales. Además, era un coleccionista de armas de fuego y blancas. Y aquí he de incluir una anécdota personal:

’Allá por el mes de octubre de 1970, el Club Social 15-30, un club de jóvenes de Texcoco entre esas edades, organizó la presentación en el auditorio del Centro Escolar Netzahualcóyotl (una escuela primaria), la obra de teatro ’Don Juan Tenorio’ (la seria, la versión original). Y al momento de que los actores sacaban sus atuendos y utilería, se percataron que se les había olvidado una pistola de chispa, de esas antiguas muy de las películas de piratas.

Entonces el director nos pidió que consiguiéramos una; y alguien del club comentó que posiblemente don Roberto Alatriste nos la pudiera prestar. Así que lo fuimos a ver para plantearle la problemática, y por supuesto que al principio rotundamente se negó. Pero nos hizo pasar a su despacho para que viéramos su colección de armas.

Y apenas entramos a su oficina quedé impactado, había, fácil, un ciento de armas diferentes. Muchas eran antiguas y otras en ese entonces modernas. De entre todas, recuerdo una subametralladora Thompson de la Segunda Guerra Mundial, y una pistola Luger P08, alemana. Tenía rifles, escopetas, en fin, eso era un museo. Me impresionó un rifle largo árabe, como de unos dos metros o un poco más de longitud. Don Roberto nos describía sus armas y finalmente sacó varias pistolas de chispa de la época Virreinal y terminó prestándonos una con veinte mil recomendaciones y juramentos de que en cuanto terminaran las presentaciones de Don Juan Tenorio se la regresáramos. Nunca había visto una colección tan grande y diversificada de armas de fuego. Y tenía también algunas armas blancas: dagas, cuchillería, hachas, etcétera’.



LA ESPUELA DEL FERROCARRIL

Es oportuno abrir aquí otro paréntesis y comentar que cuando el señor Roberto Alatriste Maldonado compró la fábrica de vidrio El Crisol, dentro del predio que comprendía ésta, se encontraban los restos de una antigua espuela del ferrocarril; más en las calles aledañas a la fábrica y dentro de algunas propiedades, esta vía para ese año ya no existía, y fue porque a finales de 1952 dicha vía fue retirada por el personal de Ferrocarriles Nacionales de México, dejando solamente el tramo que estaba dentro de la fábrica. Sobre lo mismo, comenta el señor Enrique Alatriste, que su padre le contaba que cuando compró la fábrica ’esas vías ya tenían entre 20 y 30 años de haber dejado de funcionar’.

Esa era una vía angosta por la que corrían unos pequeños vagones cargados con depósitos de petróleo o de chapopote que se utilizaban como combustible del horno para fundir el vidrio; y sin ser muy precisos, debió haberse instalado ese ramal alrededor de 1900. Es una vía de dimensiones y anchura similares a las que aún se observa a la entrada del Molino de Flores. Actualmente, sólo queda un pequeño tramo semienterrado en un patio trasero de la Sala de Exposición y Venta de El Crisol y algunos tramos cortos de riel y otros que se utilizaron como postes de un barandal de esa misma Sala de Exposición y Venta.

EL SEÑOR ENRIQUE ALATRISTE COMELLAS

Finalmente, el señor Roberto Alatriste Maldonado, falleció en el año de 1989 a la edad de 85 años, y uno de su hijo, el señor Enrique Alatriste Comellas, se hizo cargo de la fábrica.

Actualmente, don Enrique Alatriste ve a lo lejos el emporio que era trabajar con el vidrio soplado, pues a decir de él: ’…en la actualidad las nuevas tecnologías y la invasión de los baratos productos chinos han acaparado el mercado, y la gente prefiere algo relativamente vistoso, pero que sea barato, en lugar de algo realmente bello, artesanal, con tradición, historia y arraigo nacional’. De la Fábrica de Vidrio El Crisol, aun sobresale la antigua chimenea por sobre los techos y tejados de sus alrededores.

Sin embargo, El Crisol sigue siendo una empresa dedicada a la industrialización y comercialización de artesanías especializadas en vidrio soplado, hierro forjado y otras piezas de herrería. Cuentan con una amplia variedad de productos, desde rústicos hasta artesanales. Se elaboran y fabrican faroles, candiles, lámparas, vitrales, vasos, jarras, floreros, figuras zoomorfas y cualquier producto posible de ser diseñado en vidrio soplado y herrería. Y por ser elaborados por manos artesanales, hacen que cada objeto sea único y completamente irrepetible.

En las instalaciones de la antigua y añeja fábrica, ubicada ahora en la Avenida Juárez Norte No. 400 (antes calle Matamoros), Colonia San Mateo (antes parte del barrio de San Pablo), se encuentra la Sala de Exposición y Venta, la cual en realidad es una galería que muestra las piezas artesanales de vidrio soplado muy representativas de Texcoco, lo cual es un orgullo para la ciudad. Son piezas que ya no se fabrican masivamente, por lo que también representan una actividad empresarial que fue muy importante en la región y que ahora ya no se realiza con la intensidad que se realizaba apenas el siglo pasado.

Esta sala está abierta al público diariamente de las diez de la mañana y hasta las siete de la tarde-noche. A esa galería se accede pasando por un pórtico y bajo la fresca sombra de un magnífico sicomoro, árbol bíblico originario del Medio Oriente, traído desde esas tierras por don Roberto Alatriste. Las imágenes siguientes son piezas que se comercializan en la Sala de Exposición y Ventas:

FUENTES DE INFORMACIÓN

Álvarez N., J.R. 1969. Vidrio Soplado. Academia Mexicana de Arte Popular. Instituto Mexicano de Cultura. Organización Editorial Novaro, S.A. de C.V. México, D.F. 116 p.
Auge. 1966. ’EL vidrio soplado orgullo de Texcoco’, en: Reportaje especial de Texcoco. Revista ’Auge’ de México. México, D.F. pp. 58 y 66.
González M., M.M. y R.A. Huerta P. 2017. Rigurosamente Cierto. Una mujer adelantada a su tiempo, Victorina Josefina Mayer Arce (1916 – 2000). Impresos Gama, S.A. de C.V. San Joaquín Coapango, Texcoco, México. 113 p.
México desconocido. 2024. Puebla, cuna del vidrio en México. México Desconocido. Disponible en: https://www.mexicodesconocido.com.mx/puebla-cuna-del-vidrio-en-mexico.html
Vargas G., J. 2019. El Automovilismo Deportivo en Texcoco. Impresión electrónica. Consejo de la Crónica Municipal de Texcoco. Texcoco, México. 7 p.
Wikipedia. 2023. Saturnino Herrán. Wikipedia. La enciclopedia libre. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Saturnino_Herr%C3%A1n

AGRADECIMIENTOS

Agradezco al señor Enrique Alatriste Comellas, Gerente de ’El Crisol Fábrica de Vidrio Soplado’, y a la señora Elvira Alatriste Castillo (Al’Emiz), hija de don Enrique Alatriste, por la información proporcionada acerca de la historia de esta fábrica y del tema en general; así como al señor Gregorio Rojas Martínez, quien laboró como obrero ocupando todos los puestos y realizando todas funciones en la misma fábrica de vidrio El Crisol por poco más de 35 años, y quien continúa laborando en la Sala de Exposición y Ventas, gracias por su información. También, agradezco al profesos Alejandro Contla Carmona, quien fuera Cronista de la ciudad de Texcoco y Presidente del Consejo de la Crónica Municipal de Texcoco, por su información alrededor del Plan de Texcoco; al MVZ José Vargas García, integrante del Consejo de la Crónica Municipal de Texcoco, por sus comentarios acerca de la fábrica de vidrio El Crisol y de la vía del ferrocarril que pasaba por su propiedad; así mismo, a Ernesto Sánchez Sánchez, Coordinador del Proyecto ’Texcoco en el Tiempo’, por las imágenes que enriquecen este artículo y la información que acompaña a dichas imágenes; y, finalmente, a Bernardo Olvera Bustamante por la fotografía compartida.

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