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La cuenca lechera de Texcoco (8)

La cuenca lechera de Texcoco (8)


Ganadería
Junio 07, 2021 23:17 hrs.
Ganadería ›
Antonio Huerta Paniagua. › Divergencias Informativa

A. Huerta P. / C. García S. / I. Rodríguez R.

EL DECLIVE DE LA CUENCA LECHERA DE TEXCOCO

Al igual que el origen de la cuenca lechera, su declive fue multicausal, pero fue más apresurado que su nacimiento y consolidación. A decir de los ganaderos y sus descendientes, se debió principalmente a las políticas gubernamentales adoptadas en el sexenio del Lic. Luis Echeverría Álvarez (de 1970 a 1976), que en lugar de apoyar el desarrollo interno de la ganadería en general, favoreció las importaciones de productos agropecuarios que impactaron negativamente los mercados internos, ya que se vendían a menores precios los productos importados que los mexicanos; de esta manera, no eran competitivos los precios al público de los productos agropecuarios producidos en México.

Las Políticas Gubernamentales

Por decreto del 31 de diciembre de 1970, se creó el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, cuyo objetivo era promover y fomentar el comercio exterior (pero la intención realmente era otra). A partir de 1972 se impulsó la importación de productos agrícolas como maíz, sorgo, trigo, frijol, oleaginosas y otros cultivos; así como productos pecuarios, entre ellos huevo fresco, algunos derivados cárnicos y lácteos, entre estos últimos, grandes cantidades de leche en polvo provenientes de Nueva Zelanda y Uruguay.

Con respecto a los programas de comercialización gubernamentales, se creó LICONSA (Leche Industrializada CONASUPO) para vender esa leche en polvo, ya hidratada, a la población y a bajos precios, en lugar de apoyar y comprarle la leche a productores nacionales. Y el argumento fue que la producción interna de leche era insuficiente para la creciente población.

Esas importaciones ’legales’, más los contrabandos, detrás de los cuales casi siempre había algunos políticos encumbrados o familiares o gente vinculada con ellos, y el bajo precio de la leche en polvo, ya hidratada, representaban una competencia desleal (o desventajosa) para los productores pecuarios nacionales.

Cabe aquí anotar que esas políticas gubernamentales de apertura a las importaciones, en el caso del huevo fresco, para que éste se vendiera por kilogramo y no por pieza, también influyeron para acabar con las numerosas granjas avícolas que en esta misma región de Texcoco se localizaban, como la Fábrica de Huevo Garcés, de Don José Manuel Garcés Téllez Girón; la Granja Avícola Los Ángeles, de Don Luis Sainz López Negrete, la Granja Los Junco, de la familia Junco; La Granja Carola, del Dr. Bernardo Elizondo; la Granja Glafira, de la familia Ortiz, y otras más. Así que no nada más la gran mayoría de los ranchos lecheros fueron aniquilados por estas decisiones políticas, también lo fueron la totalidad de las granjas avícolas.



Las Inspecciones Sanitarias

Por otra parte, la corrupción y mala fe del personal gubernamental eran insidiosas sobre los ranchos de la cuenca, principalmente por parte de los inspectores de la Secretaría de Salubridad y Asistencia (SSA); y cuando no era así, eran entonces muy estrictas dichas inspecciones.

Había dos rubros principales sobre los cuales el personal de la Secretaría de Salubridad fincaba sus ’inspecciones’: uno, era el estado de salud del ganado bovino (las vacas) en cuanto a la incidencia de Mastitis (una enfermedad bacteriana); y el otro, el contenido de grasas en la leche.

Cuando los inspectores de Salubridad llegaban a los ranchos revisaban minuciosamente las instalaciones en cuanto a su limpieza; así como también al ganado, que estuviera limpio, bañado, etcétera; y principalmente se centraban en la incidencia de Mastitis. Esto se puede escuchar laudable por parte de los inspectores, pero no, su intención realmente no era que las condiciones sanitarias de los ranchos y el ganado estuvieran excelentes, la idea era encontrar a como diera lugar algo, principalmente el más mínimo indicio de Mastitis, no para emitir medidas sanitarias y solucionar el problema, sino para iniciar el consabido proceso de extorsión, de chantaje.

Al respecto, cuentan los descendientes de los ganaderos de la cuenca que:

’La idea de ellos (de los inspectores) era encontrar cualquier cosa mal acomodada para extorsionar. Y se dejaban pedir unas buenas cantidades de dinero con las amenazas de ordenar hasta tirar la leche.’

Sobre lo mismo, la actitud de esos inspectores, se relata la siguiente anécdota del Rancho San Francisco:

’Cuando esa gente andaba por la región, de inmediato se corría la voz para estar prevenidos. Una vez nos avisaron que venían para el rancho, entonces le dije a los vaqueros que atrancaran el portón del establo para que no entraran. Y efectivamente, llegaron y salí de la casa, que ya conoces está enfrente del establo, para recibirlos; y me dijeron que venían a realizar una inspección. Entonces yo les dije que no estaban los dueños, que habían dejado la puerta de los corrales cerrada y que yo no la podía abrir. Entonces me dijeron que les avisara a los dueños que regresarían al otro día para inspeccionar.’

’Esa tarde y por toda la noche no dormimos, pusimos a todos los vaqueros a que revisaran todo, que levantaran todo, que volvieran a limpiar hasta las paredes y los techos, que vieran si alguna vaca estaba sucia, y es que, aunque las bañaras diario a cada rato se zurraban y se manchaban con estiércol. Y esa gente eso era lo que buscaba para extorsionarnos. Y sí, al otro día muy de mañana regresaron y revisaron el rancho hasta con lupa, y no encontraron nada. Tomaron un montón de muestras para la Mastitis y tampoco encontraron nada. Esa vez los inspectores se fueron muy enojados.’

Y en otro extremo, aun con bastante desagrado y molestia, los viejos dueños de los ranchos de la cuenca, que en aquello tiempos eran de los más jóvenes, recuerdan en lo particular a una inspectora:

’Era una doctora o química de Salubridad que venía y hacía los análisis del contenido de grasas en la leche. Y al más mínimo indicador por debajo de los estándares, ordenaba tirar la leche argumentando que se había bautizado, es decir, que le habíamos echado agua. Y ahí veías por los canales correr cientos de litros de leche, toda la venta de una ordeña. Hasta los vaqueros lamentaban ver cómo se tiraba la leche… Y se la mentaban también. Y es que a veces así salía la leche de la ordeña, la producción era muy buena, no necesitábamos bautizarla. Pero esa p… v… no entendía. Incluso hasta le llegaron algunos ganaderos a ofrecerle una buena muy lana y nada. Parece que ella gozaba ver cómo se tiraba la leche.’

’Y mira, Toño, las leches que ahora se venden, ni leches son, y unas ni grasas tienen. ¡Ah!, pero en aquellos años, era leche de a de veras, y tenía un buen porcentaje de grasas, se hacía una buena nata con esa leche. Y cuidadito y no se alcanzara ese porcentaje de grasas, porque si andaba por ahí esa fulana y te caía corrías el riesgo de que toda tu producción te la tirara y por ende clausurara por varios días la ordeña.’

Durante la realización de este pequeño panorama me percaté de que, aunque la actuación de esos inspectores era lo de menos porque a fin de cuentas su presencia era esporádica, les era bastante molesto para los ganaderos ’lidiar’ con ellos. Y aquí nos estamos refiriendo a todos los productores de leche en la cuenca: grandes, medianos y pequeños. Realmente los aborrecían.

La Falta de Apoyos Financieros y Gubernamentales

Influyó también para acabar con la cuenca lechera la falta de créditos y otros apoyos gubernamentales dirigidos a los grandes ranchos, así como la falta de una asesoría técnica especializada a esos niveles productivos. Los créditos, apoyos y asesorías técnicas del Estado se canalizaban a los pequeños productores rurales, pero fracasaron, y la muestra es que muchos de esos ranchitos de cinco a diez vaquitas o un poco más, a pesar de dichos apoyos también desaparecieron y los ’supervivientes’ no crecieron ni cambiaron sus sistemas tradicionales de producción.

En aquellos años había tres bancos –digamos– gubernamentales que apoyaban crediticiamente al sector agropecuario: el Banco Nacional de Crédito Agrícola (BNCA), el Banco Nacional de Crédito Ejidal (Banjidal) y el Banco Nacional Agropecuario (BNA).

El BNCA estaba ubicado en el centro de la ciudad de Texcoco, en el 4° piso del Edificio Garcés, en las oficinas que están en la esquina, las que dan a las calles Nezahualcóyotl y Constitución. Las políticas de esa banca estaban encaminadas hacia el otorgamiento de créditos hipotecarios a pequeños propietarios. Apoyaban a agricultores y ganaderos locales para los cultivos de maíz, alfalfa u otros; así como a productores del estado de Hidalgo para el cultivo de cebada, principalmente. No tenían contemplado apoyar a los grandes ganaderos.

Otorgado el crédito por esta institución, la propiedad se gravaba en el Registro Público de la Propiedad y cuando era cubierto por el productor se eliminada el gravamen. Los créditos eran en efectivo; pero a través de la Aseguradora Nacional Agrícola y Ganadera (ANAGSA) los pequeños propietarios podían obtener insumos y el BNCA canalizaba el costo de éstos a la Aseguradora y se gravaban al crédito del productor.

Por su parte, el Banjidal, apoyaba solamente a ejidatarios. No apoyaba a pequeños, propietarios y mucho menos a los grandes ranchos lecheros. Y el BNA apoyaba con créditos refaccionarios tanto a ejidatarios como a pequeños propietarios; pero tampoco apoyaba a los grandes ganaderos de la región. Cuando los dueños de los grandes ranchos requerían de créditos, acudían por lo general al Banco del Atlántico, S.A.

En cuanto a los montos, dependiendo del régimen agrario (ejidatario, pequeño propietario o mediano ganadero), así como de la extensión de las tierras en propiedad y de la finalidad del crédito, fluctuaban éstos entre 20 mil y 50 mil pesos; solamente a los cebaderos, el BNCA, les llegaban a otorgar créditos hasta por 150 mil pesos, ya que de alguna forma tenían garantizado el pago de la cosecha por las cerveceras y había cierta garantía en la recuperación del crédito. Y en cuanto al monto máximo de los préstamos y créditos que el Banco del Atlántico, S.A. les brindaba a los grandes ganaderos de la cuenca lechera, era de hasta dos millones de pesos, no más. Y desde luego que las condiciones de pago de estos créditos eran muy diferentes a las de los ejidatarios y pequeños propietarios, quienes gozaban de facilidades y a veces hasta de condonaciones de deudas.

El FIRA (Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura) se constituyó el 31 de diciembre de 1955, pero empezó a otorgar líneas de crédito a la banca privada hasta agosto de 1956. Y a pesar de que representó una apertura de créditos para grandes agricultores y ganaderos dentro del programa OP (Otros Productores), la banca privada era renuente en el otorgamiento de créditos al sector primario, por lo que en esos años hubo poco impacto en el alivio de la situación económica de los grandes ranchos de la Cuenca Lechera de Texcoco cuando éstos llegaban a requerir de créditos.
Continuará parte 9

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