El Conde de Lorencez y la Batalla del 5 de mayo de 1862


Pobladores de algunas comunidades escenifican tal batalla, como en San Miguel Tlaixpan



Cultura
Mayo 01, 2024 10:53 hrs.
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Roberto Antonio Huerta Paniagua / › Divergencias Informativa

Seminario de Cultura Mexicana
Corresponsalía Texcoco, Estado de México

Mucho se ha escrito en nuestro país sobre la ’Batalla del 5 de mayo de 1862’ en Puebla. Además, ésta, es fecha incluida en los calendarios cívicos, por lo que hay homenajes en las escuelas, los ayuntamientos realizan ceremonias en plazas y jardines, hay también discursos demagógicos, piezas de oratoria, concursos, en fin. Es fiesta nacional; y tan es así que incluso los pobladores de algunas comunidades escenifican tal batalla, como en San Miguel Tlaixpan, municipio de Texcoco. Paralelamente, el ejército mexicano también celebra esta batalla, y los conscriptos juran bandera.

Por lo anterior, en esta ocasión se escribirá sobre el personaje que comandó al ejército francés y a los llamados conservadores (mexicanos) en esta batalla: el Conde de Lorencez. También, habrá un paréntesis dedicado a los famosos zacapoaxtlas.

SU CARRERA MILITAR ANTES DE MÉXICO

Charles Ferdinand Latrille, futuro Conde de Lorencez, nació en París, Francia, el 23 de mayo de 1814. De familia aristócrata, fue hijo de Guillaume Latrille de Lorencez, era nieto de Nicolas Charles Oudinot y pariente de la emperatriz Carlota, hija del Rey belga Leopoldo y esposa de Maximiliano de Habsburgo.

Ferdinand Latrille, ingresó a la famosa Escuela Militar Especial de Saint-Cyr en 1830, graduándose en 1832 como Tercer Teniente. Sirvió en principio en Argelia en la infantería ligera. En 1849 fue ascendido a Teniente Coronel. En 1852, cuando Napoleón III llegó al poder y se proclamó Emperador del Segundo Imperio Francés, recibió el grado de Coronel. En la Guerra de Crimea (1853 a 1856) se distinguió en la batalla del fuerte de Malakhov Kurgan, donde comandó una brigada de la 5ª división del 2º cuerpo; y en 1855 obtuvo el grado de General de Brigada. Después de la caída de Sebastopol (1855) retornó a Paris para tratar sus heridas. De 1855 a 1861 estuvo al mando de tropas francesas en Francia e Italia, en donde participó en la Batalla de Solferino (1859).

En esos años falleció su padre y heredó de éste sus propiedades y títulos nobiliarios. Fue entonces que obtuvo el título de ’Conde de Lorencez’. Posteriormente, en preparación para la aventura de México, el 20 de enero de 1862, fue ascendido a General de División.

LA EXPEDICIÓN A MÉXICO

El 17 de julio de 1861 el presidente Benito Juárez declara una moratoria de dos años en el pago de deudas externas a prestamistas extranjeros: 69 millones a ingleses, 9 millones a españoles y 3 millones a franceses; entonces, en octubre de 1861 Francia, Inglaterra y España suscriben la Convención de Londres (y crearon una Alianza Tripartita), en la que convinieron enviar tropas a México para reclamar dichas deudas. España envió 5,789 soldados al mando del General Juan Prim, Reino Unido 700 marines comandados por el Comodoro Dunlop, y Francia 3,000 soldados dirigidos por el Contraalmirante Edmond Jurien de la Gravière. Todos llegaron al puerto de Veracruz.

Los representantes de los tres países enviaron un ultimátum al gobierno mexicano en el que pedían el pago de sus deudas, de lo contrario, invadiría el país. Juárez respondió exhortándolos a un arreglo amistoso y los invitó a conferenciar, al mismo tiempo que derogaba el decreto de suspensión de pagos. Pero, paralelamente, ante la posibilidad de una invasión, se fortificaba Puebla y se creó el Ejército de Oriente.

Los representantes aceptaron la invitación y en febrero de 1862 se reunieron con los ministros del Exterior, Manuel Doblado, y de Guerra, General Ignacio Zaragoza, en la hacienda de La Soledad, cerca de Veracruz. Gracias a la habilidad de Doblado se firmaron los Tratados Preliminares de La Soledad, en los que se garantizó el respeto a la integridad e independencia del país y se convino que las negociaciones sobre la deuda se realizaran el Orizaba, donde se establecerían las fuerzas aliadas, además de Córdoba y Tehuacán, para evitar el rigor del clima tropical del puerto; así mismo, si no se llegaba a un acuerdo, se retirarían sus tropas a la costa para desde allí iniciar las hostilidades.

Sin embargo, el 5 de marzo, cuando aún se realizaban las negociaciones en Orizaba, con grandes pompas llegó al puerto de Veracruz un contingente militar de seis mil tropas francesas bajo el mando del General Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, quien venía con refuerzos de L’Herillier y Gambier, y quien a su vez relevó del mando a Jurien de la Gravière, recibiendo así el control supremo de las fuerzas francesas en México.

También llegó el general conservador Juan Nepomuceno Almonte (hijo de José María Morelos y Pavón), quien de inmediato se proclamó ’Jefe Supremo de la Nación’ y empezó a reunir a las tropas conservadoras, remanentes de la Guerra de Reforma, para apoyar a los franceses.

En abril de 1862 la Alianza Tripartita se rompió debido a que España e Inglaterra se percataron de que Francia tenía realmente un interés soterrado de tipo geopolítico y macroeconómico; y el reclamo de la deuda era un pretexto. Este interés era derrocar al gobierno republicano de México para establecer una monarquía (un protectorado) favorable a su política colonial, con miras a contrarrestar el creciente poderío de los Estados Unidos.

Paralelamente, se rompieron también los Tratados de la Soledad y los franceses y conservadores iniciaron movimientos tácticos encaminados a la invasión de México. Los representantes español e inglés negociaron con el gobierno juarista por separado, aceptaron las propuestas de moratoria del gobierno mexicano y reembarcaron a sus tropas. En cambio, la posición de Francia fue la de exigir el pago inmediato de la deuda, que incluía un cobro exagerado de la Casa Jecker por destrozos causados durante la Guerra de Reforma, tener control total y absoluto de las aduanas e intervenir directamente en la política económica de México.

Lorencez por su parte desconoce los Tratados de Soledad y se pone en marcha, junto con sus efectivos, hacia Puebla, con el fin último de tomar la Ciudad de México.

El 19 de abril, a la altura de Fortín, entre Orizaba y Córdoba, el Teniente Coronel Félix Díaz Mori (’El Chato’, hermano del General Porfirio Díaz), al mando de 50 a 70 jinetes, acompañaba a los españoles que se retiraban rumbo a Veracruz para embarcarse; pero a eso de las cuatro de la tarde observaron a la vanguardia francesa que avanzaba. Entonces, el oficial español Lorenzo Milans del Bosch, le dijo a Félix Díaz que esperara, que él hablaría con Lorencez; sin embargo, los franceses se lanzaron al ataque e hirieron y apresaron a Félix Díaz. La caballería mexicana huyó, los franceses los persiguieron y lograron apresas a otros 20 jinetes. Poco después, Félix Díaz, con la ayuda de Milans, quien distrajo a los franceses, logó escapar de ellos. Este fue el primer encuentro armado entre los invasores galos y los republicanos.

A la mañana siguiente, Lorencez, entra en Orizaba; y el 23 de abril es reforzado por el general conservador José María Gálvez al mando de una numerosa fuerza de voluntarios.

El 28 de abril se da el primer encuentro formal entre los ejércitos mexicano y francés al mando de Lorencez. El Ejército de Oriente se enfrentó a una columna francesa en un paso de montaña en las Cumbres de Acultzingo, en los límites de Veracruz y Puebla; y en donde los mexicanos fueron derrotados, por lo que éstos se retiran. Luego de la retirada, los franceses tomaron control del paso, con lo que aislaron al centro del país del principal puerto en el Golfo de México, y tuvieron la vía franca hacia la ciudad de Puebla.

Poco después de esta batalla, conocida como ’La Batalla de las Cumbres’, Lorencez le envió al Conde Jacques Louis César Alexandre Randon, ministro de Guerra francés (o al Mariscal de Francia Lannes), el siguiente parte: ’Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6,000 valientes soldados, ya soy dueño de México’.

La arrogancia y soberbia de este parte no era gratuita ni debe asombrarnos, a los franceses los rodeaba un halo de invencibilidad en combate, ya que no habían sido derrotados desde Waterloo hace casi 50 años. Los respaldaban victorias memorables en batallas: Argelia, Sebastopol, Magenta, Solferino y otras. Y Lorencez había participado en todas ellas. Además, los franceses sentían gran desprecio por los mexicanos porque los veían como un pueblo atrasado incapaz de lograr su estabilidad política; y esta actitud quedó de manifiesto en su mensaje.

Derrotando ejército republicano el 28 de abril, Lorencez entró en Amozoc el 4 de mayo inmediato; y al día siguiente atacó las colinas fortificadas por los fuertes de Loreto y Guadalupe, en las afueras de la ciudad de Puebla.

PUEBLA DE LOS ÁNGELES PUEBLA DE ZARAGOZA

Las victorias previas en su camino a la Ciudad de México, más los apoyos de los contingentes militares conservadores, pero, sobre todo, el maltrecho, irregular, indisciplinado y mal pertrechado ejército republicano comandado por el General Ignacio Zaragoza Seguín, en menor número que el francés: cuatro mil del lado de los republicanos y más de seis mil del lado de los franceses, les dieron a Lorencez y en general al ejército francés una desmedida confianza, soberbia y presunción. Iba a ser una victoria muy fácil. No se imaginaban a lo que se iban a enfrentar.

Lorencez llegó por la mañana a las inmediaciones de Puebla y desoyendo los consejos de los conservadores que lo acompañaban, atacó prematuramente la plaza. Los conservadores Almonte y Antonio de Haro y Tamariz, le aconsejaron que el ataque iniciara por las inmediaciones del ex Convento del Carmen, en el sur de la ciudad, teniendo como antecedente lo sucedido en el sitio durante la Guerra con Estados Unidos. Pero el Conde de Lorencez, militar de carrera, no escucharía a ’unos civiles’; además, las reglas de la ’escuela de guerra dictaban tomar primero las alturas’. Lo que quería Lorencez era apoderarse de Puebla en un sólo golpe, olvidando informarse suficientemente sobre el sitio y los preparativos de los defensores, atacando los fuertes de Lotero y Guadalupe.

Así que, confiado en la superioridad de sus tropas y esperando el auxilio del contingente del general conservador Leonardo Márquez (que no sabía que había sido derrotado el día anterior), desoyó el consejo de los conservadores y decidió concentrar el ataque en el fuerte de Guadalupe, el más fortificado y en donde los mexicanos contaban con mayor ventaja.

La batalla inició a las nueve de la mañana con un disparo de cañón del ejército mexicano desde el fuete de Guadalupe. Los franceses iniciaron entonces sus movimientos y el primer ataque del ejército galo empezó a las once de la mañana, cuando sus baterías abrieron fuego sobre el mismo fuerte de Guadalupe. El Conde de Lorencez concentró sus fuerzas en este punto, pero a pesar de la superioridad en armamento de las fuerzas francesas, éstas fueron detenidas por las tropas republicanas.

El ataque francés hacia este fuerte se repitió dos veces más, sin embargo, los efectivos mexicanos lograron rechazarlos en ambas ocasiones. Era evidente una inadecuada planeación y ejecución en los asaltos por parte de los franceses. Y todavía, durante el tercer intento, se desató una tormenta que arruinó la pólvora y la artillería de Lorencez, quien finalmente se vio obligado a retirarse con sus tropas vencido y humillado.

LOS ZACAPOAXTLAS

Abramos ahora un paréntesis. De acuerdo con la historia oficial, en la Batalla del 5 de mayo destacaron los ’indios’ zacapoaxtlas. Sin embargo, esto no es totalmente cierto, para muchos historiadores es uno más de los tantos ’mitos’ creados por la historia oficial de México. Vemos:

La narrativa de los zacapoaxtlas nace inmediatamente después de la Batalla del 5 de mayo, cuando el General Miguel Negrete Novoa concede una entrevista a varios periódicos narrando el desarrollo de los combates en la línea que él mandaba, afirmando que el primer cuerpo del Ejército Mexicano de Oriente en haber enfrentado el ataque de los franceses había sido ’el Batallón de Zacapoaxtla’, comandado por ’el patriota don Juan N. Méndez’. Durante esta batalla el General Negrete fue comandante de la 2ª División del Ejército de Oriente, la cual estuvo ubicada entre los fuertes de Guadalupe y Loreto, en el cerro de Guadalupe, y cuya línea rechazó tres veces el ataque del ejército francés durante dicha jornada.

Y por su parte, el Coronel Juan Nepomuceno Méndez Sánchez fue el Comandante del Sexto Batallón de Guardia Nacional del Estado de Puebla, el cual estaba integrado por seis compañías: cuatro del municipio de Tetela de Ocampo (perteneciente al entonces Distrito de Tetela de Ocampo), una de los municipios de Zacapoaxtla y Cuetzalan, y una del municipio de Xochiapulco (pertenecientes estos tres municipios al Distrito de Zacapoaxtla); pero cuyo cuartel en ese entonces estaba instalado en la conservadora Villa de Zacapoaxtla debido a que, desde el 15 de junio de 1859, durante la Guerra de Reforma, los principales comandantes del movimiento liberal en la Sierra Norte de Puebla, habían establecido allí la capital provisional del estado de Puebla, la cual estaba apoyada por una brigada de Guardia Nacional, con su respectivo cuartel. La razón de esta medida era poder abastecerse de material bélico que llegaba al puerto de Veracruz por la vía de Nautla, Papantla y Tenampulco, ya que se hallaba bloqueado por las fuerzas conservadores el camino de Veracruz a la ciudad de Puebla. Además, el cuartel del Sexto Batallón, con fuerzas liberales de la Sierra Norte, estaba en Zacapoaxtla (proclive a los conservadores) por las continuas sublevaciones armadas de sus habitantes en favor del partido reaccionario.

Durante la batalla del 5 de mayo el Sexto Batallón de Guardia Nacional del Estado de Puebla, era una fuerza de infantería integrada por 167 milicianos distribuidos en seis compañías. La 1ª, 2ª, 3ª, y 4ª compañías, eran del municipio de Tetela de Ocampo; la 1ª contaba con 30 milicianos y estaba comandada por el Capitán Miguel Islas, la 2ª contaba también con 30 milicianos comandados por el Capitán Juan Crisóstomo Bonilla, la 3ª tenía 25 milicianos comandados por el Capitán Manuel Arroyo, y la 4ª era de 30 milicianos comandados por el Capitán Tomás Segura, quien además era el Comandante Mayor del batallón. La 5ª Compañía, de los municipios de Zacapoaxtla y Cuetzalan, contaba con 26 elementos comandados por el Capitán José María Huidobro y su segundo al mando el Capitán 2º Manuel Molina; y la 6ª Compañía, del municipio de Xochiapulco, también contaba con 26 milicianos comandados por el Capitán Juan Francisco Lucas y su segundo al mando el Capitán José Gabriel Valencia. Además, un día antes de la batalla se presentaron ante el comandante de este batallón dos milicianos de la ciudad de Zacatlán, para finalmente hacer un total de 169 elementos los integrantes de esta fuerza.

Las compañías 1ª a la 4ª, sumaban 115 milicianos del municipio de Tetela de Ocampo, el 68% del batallón. De la 5ª Compañía, de sus 26 integrantes, solamente 19 eran de Zacapoaxtla (11.2% del batallón), y 7 de Cuetzalan; y de la 6ª Compañía, sus 26 milicianos eran del municipio de Xochiapulco. Más los dos milicianos de Zacatlán.

Sin duda, el papel de este batallón en la Batalla el 5 de mayo fue heroico y determinante para la victoria mexicana, repelió los embates de los franceses en el cerro de Guadalupe. Pero honor a quien honor merece: Tetela de Ocampo principalmente, Xochiapulco y también Cuetzalan, y Zacatlán. No únicamente Zacapoaxtla por los dichos del General Negrete y la indiscutible heroicidad de sus 19 patriotas.

DESPUÉS DE LA DERROTA

Salgamos ahora del paréntesis y retornemos con el Conde de Lorencez. Como lo sabe todo mexicano medianamente versado en la historia de México, los franceses fueron derrotados en esta batalla. Y los partes de guerra enviados por el General Ignacio Zaragoza a la Secretaría de Guerra en la Ciudad de México, son más que descriptivos de esos momentos. A las 5:49 de la tarde del 5 de mayo, Zaragoza envió un parte que causó júbilo y un gran alivio: ’... Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente’.

Algunas fuentes de información indican que el saldo final de bajas en esta batalla fue para el Cuerpo Expedicionario Francés de 172 muertos o desaparecidos y 304 heridos; y para el Ejército de Oriente de 83 muertos, cerca de 132 heridos y 12 desaparecidos.

Dos horas después, Zaragoza, enviaba otro parte de guerra: ’... Señor Presidente. Estoy muy contento con el comportamiento de mis generales y soldados. Todos se han portado bien. Los franceses han llevado una lección muy severa; pero en obsequio de la verdad diré: que se han batido como bravos, muriendo una gran parte de ellos en los fosos de las trincheras de Guadalupe. Sea para bien, Sr. Presidente. Deseo que nuestra querida Patria, hoy tan desgraciada, sea feliz y respetada de todas las Naciones’.

Zaragoza permaneció en Puebla esperando un nuevo ataque de Lorencez, pero éste, el día 8 de mayo, dispuso la retirada hasta el poblado de San Agustín del Palmar, rumbo a Orizaba, siendo "saludado" por la Artillería Republicana y la Banda de Guerra de los Carabineros, quienes tocaron "Escape".

Cuando Napoleón III se enteró de la derrota de Lorencez en México, montó en cólera; y tal noticia causó mucho dolor, histeria, llanto y amargura; así como protestas de los intelectuales franceses. Y cuando la noticia cundió por toda Europa, causó gran asombro e incredulidad en las monarquías europeas: ¿Cómo era posible que el ejército francés, el cual, desde su derrota en Waterloo en 1815, había salido victorioso en las guerras de Argelia, Crimea, Italia e Indochina?

Las fantasiosas exageraciones no se hicieron esperar y contribuyeron al gran asombro e incredulidad. Se llegó a afirmar que las tropas francesas habían sido masacradas por los ’indios’ mexicanos (los zacapoaxtlas) con machetes y cuchillos, y que los cuerpos de los soldados habían sido despedazados e incluso se los habían comido.

Fuera de estas exageradas mentiras, el fracaso de la expedición a México fue tal, que Napoleón III envió a un nuevo ejército bajo el mando del Mariscal Élie Frédéric Forey para tratar de salvar el honor y borrar la vergüenza de su patria. Forey sustituyó a Lorencez y éste último, humillado, protestó reclamando la decisión del emperador aduciendo su derecho a recuperar su honor y que debía ser él quien derrotara a los mexicanos. Pero el emperador de los franceses no le concedió tal petición; así que, el 17 de diciembre de 1862 se embarcó en Veracruz rumbo a Francia.

Ya en Francia, Lorencez no fue condenado por la justicia militar ni tampoco degradado, hubo consideraciones y mantuvo su rango. Y pudo haber sido senador si no se hubiera opuesto al envío de nuevas tropas a México. Decía él, "por experiencia propia", que "no sería tan fácil vencer a la resistencia mexicana como se creía en un principio". Incluso estuvo intentando presionar al emperador para que retirara las tropas de México, ya que predecía su derrota desastrosa y su salida.

Pasó el tiempo, y las tropas francesas comenzaron a retirarse de México a partir de 1866 a causa de las victorias del ejército republicano, la inminente guerra entre Francia y Prusia y la derrota de los confederados en la Guerra de Secesión estadounidense en 1865, que respaldaban en todo momento a Napoleón III. El resto es historia ya conocida: sin los franceses, Maximiliano de Habsburgo fue derrotado y capturado en Querétaro y fusilado junto con Miramón y Mejía en el Cerro de las Campanas el 19 de junio de 1867. Ahí y así acabó la expedición a México. Fueron proféticas las palabras de Lorencez.

Volviendo a Europa, pasaron tres años y en 1870, Lorencez, combatió en la Guerra Franco-Prusiana, siendo derrotado en la Batalla de Sedán junto con el poderoso ejército francés y en donde cayó prisionero al igual que numerosos oficiales franceses, entre ellos Napoleón III. Ahí acabó su carrera militar, más no fue degradado; sin embargo, no volvió a tener mando de tropas, lo único que le confirmó fue el nombramiento de Inspector de Campos de Maniobras Militares. Y dos años después fue retirado del servicio activo a causa de una enfermedad contraída en México (fiebre amarilla). Una fuente de información consigna que en 1879 fue separado del ejército y pasó a formar parte de la reserva.

Años después, Lorencez, trabajó en la redacción de una reseña histórica de la expedición francesa a México que él comandó (su derrota en Puebla) para que se conocieran sus puntos de vista. Se decía también que Lorencez nunca se pudo recuperar de la humillación del 5 de mayo de 1862, y que les guardaba un gran resentimiento a los mexicanos.

Finalmente, de acurdo con la mayoría de las fuentes de información, Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, murió en París, Francia, el 16 de julio de 1892. Sin embargo, una fuente, señala que Lorencez murió en una población de los Bajos Pirineos el 24 de abril de este mismo año.

Fuera de lo anterior, casi nada se sabe de la vida privada del Conde de Lorencez, ya que fue relegado tanto por los historiadores franceses como por los mexicanos.

FUENTES DE INFORMACIÓN

Archivo General de la Nación. 2019. AGN Recuerda el 5 de mayo, la Batalla de Puebla. Archivo General de la Nación. Gobierno de México. Disponible en: https://www.gob.mx/agn/articulos/agnrecuerda-el-5-de-mayo-la-batalla-de-puebla (Consultado el 4 de abril de 2024).
Bautista, V. 2012. El Conde de Lorencez, el gran perdedor de Puebla. Excélsior. Disponible en: https://www.excelsior.com.mx/node/830705 (Consultado el 20 de abril de 2024)
Cuenca D., H. 1962. Un día de gloria en la historia de México. Campo Militar ’El Ciprés’, Baja California. 2ª. Zona Militar. Baja California, México. 41 p.
Gaspar C., M.J. 2022. Batalla histórica, error histórico, el mito de los zacapoaxtlas. La participación real de Zacapoaxtla durante la batalla del 5 mayo, la intervención francesa y el segundo imperio. Efacico. Portal del Egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Disponible en: https://efacico.com/2022/05/05/batalla-historica-error-historico-el-mito-de-los-zacapoaxtlas-la-participacion-real-de-zacapoaxtla-durante-la-batalla-del-5-mayo-la-intervencion-francesa-y-el-segundo-imperio/#:~:text=El%20mito%20de%20los%20Zacapoaxtlas%20nace%20inmediatamente%20despu%C3%A9s%20de%20la,de%20la%20batalla%20el%20Gral (Consultado el 20 de abril de 2024).
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Pujol, B. 2019. Biografía del Conde de Lorencez. México Lindo y Querido. Disponible en: https://mexicolindoyquerido.com.mx/mexico2/index.php?option=com_content&view=article&id=3917:biografia-del-conde-de-lorencez&catid=61&Itemid=145 (Consultado el 1 de abril de 2024).
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AGRADECIMIENTO

Agradezco al Dr. Ilya Mauricio Ramírez Becerril por la imagen del Palacio municipal de Zacapoaxtla, Puebla, proporcionada para ilustrar este artículo.

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