Foto: María Langarica/DLF
8 JUNIO, 2019
Este sábado 8 de junio el Arzobispo de México, Carlos Aguiar Retes, ordenó sacerdotes a siete jóvenes en la Basílica de Guadalupe.
Josué Bernal, David Salazar, Agustín Peralta, Abraham Rosales, Luis Antonio García, Felipe Siderio y Alejandro Vázquez son los siete nuevos sacerdotes con los que hoy cuenta la Arquidiócesis Primada de México para ‘hacer lío’ con sus ímpetus de juventud y guiar pastoralmente al pueblo de Dios en la Ciudad de México.
Durante la ceremonia que reunió a presbíteros, familiares y amigos de los neopresbíteros, así como a fieles, el Arzobispo Carlos Aguiar les pidió tener siempre presente que fueron elegidos por Dios para prolongar la obra redentora de Cristo y dar vida ’al que está muerto en vida, sea una persona o una comunidad, o la misma sociedad que tantas veces camina en tinieblas, sin saber a dónde va’.
Durante la Misa de ordenación, el Cardenal advirtió a los ahora presbíteros que una de las razones por las que las personas desconfían de las instituciones religiosas es que reciben de los sacerdotes actitudes de indiferencia o lecciones ‘moralizantes’ sin ninguna seriedad. ’Por eso, a ustedes les pido que sigan el ejemplo de Jesús’, les dijo, a fin de ser ese manantial ’que generará vida para la misma Iglesia’.
Con el acostumbrado ritual de la imposición de manos, el Arzobispo de México ordenó sacerdotes a los siete jóvenes, configurándolos con Cristo Maestro, Sacerdote y Pastor. Posteriormente, los ungió con el santo Crisma, y, tras ser revestidos con estola y casulla por otros sacerdotes, dio a cada uno el abrazo de la paz, con el que selló la admisión de sus nuevos colaboradores.
Con un fuerte aplauso, los feligreses acogieron a sus nuevos pastores. Y en voz del ahora sacerdote Abraham Rosales, dirigieron un mensaje de agradecimiento a sus familiares, al Cardenal, a los obispos, vicarios episcopales y presbíteros, a la Virgen de Guadalupe y especialmente a Dios por el don del ministerio sacerdotal.
’Gracias pueblo santo de Dios, porque su gran fe y su constante oración por las vocaciones sacerdotales han logrado este momento. Gracias a nuestros padres, hermanos, amigos, seres queridos, gracias por sus enseñanzas, sus consejos, apoyo y sobre todo por su gran amor, el cual ahora nos ha facultado para saber amar a la Iglesia’, dijo el neopresbítero, a nombre de su generación.