El día 1 de septiembre de 1968, en su Cuarto Informe de Gobierno, el Presidente de la República, el Licenciado Gustavo Díaz Ordaz, en un espacio del informe, amenaza a los estudiantes en huelga y los acusa de querer boicotear las Olimpiadas del 68.
El 7 de septiembre, el CNH lleva a cabo un mitin multitudinario en Tlatelolco, al que asistieron alrededor de 25 mil personas. Ese mitin fue para los estudiantes uno de varios, pero para el gobierno fue muy ilustrativo, porque le aportó valiosa información táctica y operativa para el futuro 2 de octubre.
El 9 de septiembre, el Rector de la UNAM, el Ingeniero Javier Barros Sierra, le pide a los estudiantes y profesores que regresen a clases, ya que según, él, el presidente en su último Informe de Gobierno había respondido satisfactoriamente a las demandas estudiantiles.
Desde luego que los estudiantes no aceptaron esa petición y continuaron con el Movimiento
LA GRAN MARCHA DEL SILENCIO
El 13 de septiembre de 1968, se llevó a cabo la Gran Marcha del Silencio, la cual fue convocada por el CNH. En esa marcha los participantes iban con la boca tapada con pañuelos o cintas. Se calcula que en esa ocasión marcharon medio millón de personas. Jamás había habido una muestra de repudio tan grande por parte del pueblo mexicano hacia el gobierno y sus gobernantes.
El 15 de septiembre, mientras el gobierno oficialmente daba el Grito de Independencia, y se fraguaban las traiciones y las masacres, se conmemora paralelamente este Grito en la UNAM y en el IPN.
Para el día 17 de septiembre, las agresiones por parte del gobierno se recrudecen, porros y otros grupos de choque gubernamentales atacan las preparatorias números 2 y 7, así como varias facultades de la UNAM. No obstante, el CNH, acepta un ’dialogo’ escrito, pero profusamente difundido.
A esas alturas, de acuerdo con algunos estudiosos, el Movimiento ya se había convertido en una auténtica lucha social, en la que el pueblo buscaba no sólo protestar, sino restablecer los derechos consagrados en la Constitución Política.
LA TOMA DE LA UNAM
El 18 de septiembre, a las diez de la noche, el Ejército, con lujo de fuerza, al mando del General José Hernández Toledo, toman las instalaciones de la UNAM. Posteriormente, el Licenciado Luis Echeverría Álvarez, declararía, de forma por demás cínica, que las fuerzas públicas saldrían de Ciudad Universitaria cuando sus autoridades lo solicitaran. Al día siguiente, 19 de septiembre, el Rector de la UNAM, protesta por la toma de las instalaciones universitarias, más no solicita su salida. Los soldados permanecerían en Ciudad Universitaria hasta el primer día del mes de octubre.
En ese operativo, los militares destruyeron y saquearon oficina, bibliotecas, aulas y demás instalaciones.
El 20 de septiembre, grupos paramilitares del gobierno ingresan camuflados como estudiantes en la Preparatoria No. 4 de Observatorio y causan graves destrozos al inmueble, golpean brutalmente a los estudiantes y raptan a algunos de ellos. Por la noche de ese mismo día, El Colegio de México es ametrallado causando graves daños a la fachada del edificio y los ventanales. También, la Vocacional Número 4 es atacada con ráfagas de ametralladora por agentes de la Gutiérrez Barrios, quienes además ingresan al plantel e incendian el auditorio y el archivo.
El 24 de septiembre, después de once horas de resistencia a los granaderos, a la policía y al Ejército por parte de los estudiantes e iniciada desde el día anterior, es tomado el Casco de Santo Tomás del IPN en Zacatenco. Y mientras el Casco de Santo Tomás caía, desde automóviles con agentes de FBI y de otras agrupaciones, conducidos por ’porros’, ametrallan por espacio de 30 minutos las instalaciones de la Vocacional No. 7, arrojando un saldo de dos estudiantes muertos y nueve heridos de bala.
Cabe señalar que durante las noches de agosto y de septiembre de 1968, desde el interior de automóviles, agentes del FBI estuvieron ametrallando por las noches diferentes escuelas en huelga, disparándole a los alumnos que hacían guardia causando terror, así como varios muertos y heridos.
El 30 de septiembre, sin que las autoridades universitarias lo solicitaran, como lo había anunciado el Secretario de Gobernación, el Licenciado Luis Echeverría, solamente con el antecedente de la protesta del rector del pasado día 19, son entregadas por el General Hernández Toledo, las instalaciones de la UNAM, pero el Ejército salió del Campus Universitario hasta el día siguiente.
EL 2 DE OCTUBRE
El 1 de octubre de 1968, a pesar de la salida del ejército de la UNAM y de las peticiones de las autoridades universitarias por regresar a clases, el CNH rechaza retornar a éstas; en cambio, anuncia realizar un mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. No pudo haber sido mejor, salían las cosas a pedir de boca para el Gobierno Norteamericano: el plan estadounidense elaborado en contubernio con la cúpula política mexicana en el poder con se iba concretando.
El 2 de octubre de 1968, el CNH organiza un mitin en la explanada de la Plaza de las Tres Culturas en el Conjunto Habitacional Tlatelolco, en la ciudad de México, en el cual se desata una balacera que arrojó varios civiles y elementos del Ejército Mexicano muertos.
Los antecedentes directos de este hecho y su desarrollo fueron los siguientes: El 15 de septiembre pasado, en la recepción oficial en conmemoración del Grito de Independencia, celebrada en Palacio Nacional, Winston M. Scott, Jefe de la CIA en México, el General Alfonso Corona del Rosal, Jefe del Departamento del Distrito Federal, y el General Luis Gutiérrez Oropeza, Jefe del Estado Mayor Presidencial, acuerdan ubicar francotiradores en los edificios de la Unidad Habitacional Tlatelolco, que dispararían contra la multitud, pero principalmente contra los soldados del Ejército Mexicano en el mitin que se realizaría el 2 de octubre siguiente.
El 27 de septiembre llega a México Richard Helms, Director de la CIA, junto con cinco francotiradores que se sumarían a los de Corona del Rosal y Gutiérrez Oropeza. Y le confirma a Scott que el plan, independientemente de capturar a los cabecillas comunistas, es provocar un gran tiroteo con un elevado saldo de muertos de tal forma que el país proteste por la injustificada y brutal represión, para que se califique a Díaz Ordaz como un asesino incapaz de imponer el orden, para así provocar un rechazo social que justifique la toma del poder por parte del Ejército. La matanza debía ser de tal magnitud que obligara al Ejército a dar un golpe de estado. Además, se le instruye a Scott que esté atento del General Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa Nacional, quien ya había intentado dar un golpe de estado en 1952, como un posible sucesor de Díaz Ordaz.
Todo parece indicar que, Díaz Ordaz y García Barragán consideraban hasta ese momento que las intenciones de la Casa Blanca se limitaban a eliminar cualquier foco comunista en México y que al atraparlos en Tlatelolco quedarían satisfechas las demandas de Lyndon B. Johnson. ¿Ignoraban el trasfondo del plan elaborado por la CIA?... Lo que sí ignoraba García Barragán, era la participación en el mitin de los francotiradores y que éstos les dispararían tanto a los manifestantes como a los elementos del Ejército; más sí sabía de ello el presidente, ya que una vez acordado que cinco tiradores de la CIA y cinco más del Estado Mayor Presidencial dispararían desde los edificios a la multitud y al Ejército, Gutiérrez Oropeza se lo comunicó al presidente de la República, quien estuvo de acuerdo; y nada de esto, en teoría, se le comunicó al General en Jefe de las de las Fuerzas Armadas.
Por la mañana del 2 de octubre, Díaz Ordaz, voló a Guadalajara (estratégica y políticamente se fue a Guadalajara). Durante ese día, los francotiradores y 290 tiradores más de Corona del Rosal empezaron a ubicarse en los entrepisos y algunos departamentos de los edificios de Tlatelolco: el Chihuahua, el Aguascalientes, Molino del Rey y Chamizal, entre otros; además, en la iglesia del convento de Santiago de la Plaza de la Tres Cultural y en el edificio de Relaciones Exteriores. Por su parte, Fidel Velázquez, líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), envió a Tlatelolco a su grupo de choque conocido como ’Las Avispas’; y Fernando Gutiérrez Barrios, envió a dos tiradores más. Y para que todo quedara consignado, Luis Echeverría, le encargó al obediente cineasta Servando González, que llevara ocho cámaras para ubicarlas en los pisos 17 y 19 del mismo edificio de Relaciones Exteriores para filmar el ruin acontecimiento.
Para las cuatro de la tarde, de acuerdo con la ’Operación Galeana’, operativo implementado por el Ejército Mexicano y encaminado exclusivamente a apresar a los líderes estudiantiles del CNH y a los comunistas enmascarados, el Batallón Olimpia (del mismo Ejército Mexicano), así como elementos de la Policía Judicial, del Servicio Secreto, de la Dirección Federal de Seguridad, Policías Preventivos y Judiciales del Distrito Federal, ya se encontraban cubriendo las salidas del Edificio Chihuahua para evitar la fuga de esos líderes. Y conforme al plan, el resto del Ejército participante en el operativo, completaba el cerco de la Plaza.
Las órdenes de García Barragán, de acuerdo con ese operativo fueron muy claras: No se dispararía contra los civiles, se limitarían los participantes exclusivamente a capturar a los integrantes del CNH. Autores consignan que García Barragán hasta ese momento aún ignoraba que Corona del Rosal y Gutiérrez Oropeza, junto con la CIA, habían planeado una matanza, de la cual estuvo de acuerdo Luis Echeverría y que contó con la anuencia de Díaz Ordaz.
A las 17:15 inició el mitin y alrededor de las 18:10 dos helicópteros sobrevolaron la Plaza, de uno de ellos fue arrojada una luz de bengala (Autores consignan que esa primera bengala salió del piso 16 del edificio de Relaciones Exteriores) y de inmediato el Ejército empezó a avanzar para capturar a los integrantes del CNH. Los asistentes gritaron: ¡Los soldados! Y el pánico se apodero de la multitud. A muy poco tiempo, del piso 15 o 16 del Edificio de Relaciones Exteriores, fue lanzada otra luz de bengala y los tiradores iniciaron el ataque disparando contra el Ejército y los asistentes al mitin. Empezaron a caer cuerpos sin vida de civiles y principalmente de elementos del Ejército. Ahí, se hizo famosa la llamada que evidenciaba una traición: ¡Batallón Olimpia!... ¡Batallón Olimpia!... ¡No disparen!... Pero los disparos continuaban.
Los militares empezaron a desalojar la Plaza y en menos de 75 segundos quedó libre de civiles; los soldados, incluso, cubrían a los civiles con sus cuerpos para protegerlos. El tiroteo continuó hasta aproximadamente las 19:45 horas y los tiradores ya solamente les disparaban a los militares, quienes repelían el fuego.
Durante el tiroteo y aun estando estudiantes y civiles en la Plaza, varios sujetos vestidos de civiles y mezclados entre la muchedumbre, sacaron sus pistolas y empezaron a dispararle a la gente a corta distancia.
Poco más tarde, Gutiérrez Oropeza, se comunicó con el General García Barragán para informarle que tenía ’un par’ de tiradores apostados en algunos departamentos con órdenes de dispararles a los estudiantes y que no alcanzaron a salir, por lo que le pedía un salvoconducto para ellos ya que la tropa iba subiendo y revisando los departamentos. En ese momento, Barragán, se percató de que quienes les disparaban a sus soldados eran elementos del Estado Mayor Presidencial, y obviamente que, con la anuencia del presidente, que sus órdenes no fueron acatadas y que tanto el Ejército como él en lo particular, fueron traicionados.
También, en ese momento, la CIA se percató de que Corona del Rosal, sin el apoyo de las Fuerzas Armadas, al verse éstas traicionadas, no podía ser el próximo dictador de México, así que su siguiente candidato fue el propio General García Barragán, Secretario de la Defensa Nacional.
Un poco antes de las 23:00 horas, se desató otra balacera, la cual concluyó alrededor de 30 minutos después. De inmediato el Ejército empezó a peinar la zona y capturó a unos 230 tiradores de Corona del Rosal, así como el armamento y el parque restante.
En esa tarde y noche hubo, de acuerdo a una fuente bibliográfica, 39 civiles y 89 soldados acribillados; otra fuente señala que se contabilizaron 179 cadáveres, aunque testigos presenciales afirman que eran camiones y camiones cargados de cuerpos sin vida (debió haber sido tan impactante esa matanza que las apreciaciones cuantitativas fueron superadas por las cualitativas). Además, la vox populi, afirmaba que esos cadáveres y también algunos moribundos, fueron llevados a los incineradores de Campo Militar No. 1 para su desaparición.
Al día siguiente por la mañana, 3 de octubre, trabajadores de DDF y del H. Cuerpo de Bomberos, con carros tanque y bombas de agua, limpiaban la sangre de la Plaza. De entre el pasto de los jardines y las losas de las explanadas, el burbujear de con un color rojo de la sangre derramada. Y todavía, días después, los vecinos que retornaron a sus departamentos en algunos edificios de esa Unidad Habitacional, abrían las llaves del agua y ésta salía coloreada, los tinacos estaban perforados por las balas. Y es que ahí se había escondido gente e igualmente fueron acribillados.
Algunos habitantes de esos departamentos llegaron a sus domicilios y encontraron puertas rotas, colchones de las camas tiroteados, en fin. Y en algunos casos hubo departamentos que jamás volvieron a abrir sus puertas ni ventanas.
Continuará, próximamente parte 4